A pesar de que ayer me acosté tarde, y llevaba alguna cerveza de más, hoy me levanto a las 6 de la mañana. Primer objetivo: entrenar Aikido en el Aikikai Hombu Dojo, los cuarteles generales de la fundación Aikikai, organización que agrupa a varias instituciones nacionales de Aikido. Tienen clases por la mañana y por la tarde, en distintos horarios (va mucha gente a entrenar). Como está un poco escondido, no consigo llegar a la clase de las 7. No pasa nada, hay otra a las 8, y aprovechopara empaparme un poco de los conocimientos que exponen los aikidokas de la clase anterior.
Delante del Aikikai Hombu.
Yo en el dojo.
El tatami, tradicional, bastante duro. Quema mucho los pies.
Los que leéis este blog sabréis, y si no os lo digo, que llevo practicando Aikido cerca de 5 años (aunque no de manera continuada, ni en el mismo dojo ni con el mismo maestro).
Muy por encima, porque no es el objetivo de este blog, el Aikido es un Arte Marcial fundado por Morihei Ueshiba que persigue la búsqueda de la armonización de situaciones de conflicto, en vez de la destrucción, daño físico o derrota del oponente.
En cuanto acabé el entrenamiento, fui derecho a cumplir uno de los objetivos de mi viaje: traerme de Japón una hakama y un cinturón negro bordados, un boken y un jo (armas de mandera para Aikido). Prácticamente es lo único que he traído de Japón para mí, pero me dejé cerca de 30000Y en todo eso. Pero es que japonés. Y eso no tiene precio.
He quedado con Chizuru para dar una vuelta por un barrio a las afueras de Tokyo que tiene mucho encanto, Kichijoji, lleno de tiendas, bares, restaurantes, un gran parque, y un ambiente muy tranquilo. Aquí quedamos con Emiko, una chica japonesa (que aprendió español en Argentina. Es muy divertido escucharla hablar) muy guapa que estuvo en el karaoke ayer (la chica de rojo que hay a mi lado). Tomamos un café, y debatimos largamente sobre la sociedad japonesa, y su devoción por el trabajo. Es una pasada. Si a alguno le interesan los detalles sobre esto, me invita a un café y le cuento.
Ya por la noche, quedamos con la pareja de Murcia, Fran y Sergio, para despedirnos de ellos, ya que a la mañana siguiente se vuelven a España. Cenamos algo, tomamos una cervecilla, y al hotel.
Como el día de hoy no da para mucho, voy a contaros un par de cosas curiosas de Japón.
En cuanto pones el pie en el país nipón, lo primero que llama la atención es la cantidad de cables al aire libre que surcan el cielo por las calles. Y la pregunta es inmediata: ¿Por qué no los entierran bajo el asfalto como en la mayoría de ciudades del mundo? Pues la verdad es que no lo sé, yo me imagino que dado que Japón es un país propenso a sufrir terremotos, resulta mucho más económico y rápido reparar las averías sufridas si están al aire libre que si están enterradas, teniendo que levantar calles, reparar lo dañado y volver a cubrir. Si es verdad que están mucho más expuestos al deterioro por condiciones atmosféricos (lluvia, frío, viento...) pero les debe compensar.
Os dejo algunas fotos que he podido hacer en las calles de Japón. Si las ampliáis, os daréis cuenta realmente de la cantidad de cables que hay.Otra cosa muy curiosa (aunque en realidad debería ser lo más normal del mundo en todos los países) es que no está permitido fumar por la calle. Mejor dicho, no está permitido fumar mientras se anda por la calle. Todas las aceras están llenas de avisos recordando esta prohibición. Ójala algún día esto suceda en todas partes, aunque me temo que en una sociedad como la nuestra, eso es pedir demasiado. Ya veremos si, para empezar, se deja de fumar en los bares, hospitales, centros de trabajo...
Traduzo: "PROHIBIDO FUMAR EN LA CALLE"
"Smoking on the street is prohibited". Que gran frase!
Sí que se puede fumar en la calle, pero sólo en los lugares habilitados para ello. Se trata de unos postes situados en algunas calles, donde la gente se para a echar el pitillo, y cuando acaba se va. Veamos un ejemplo:
Raro especímen de japo-seta fumando.
Para evitar la tentación de algunos japos desafiantes a la ley (no abundan, ya os lo digo) existe la figura del "vigilante del pitillo". Suelen ser personas jubiladas, que vigilan las calles para recordar a la gente la prohibición de fumar en la calle. Me parece que no denuncian ni nada por el estilo, únicamente recuerdan amablemente el respeto y consideración debida a sus semejantes.
Fijaros en el símbolo de su espalda (un poco borroso).
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